Cuando las palabras sobran
y el dolor se encarna en el silencio,
solo hay que estar ahí, como
una semilla esperando el deshielo.
La tristeza tiene sabor a café solo,
pero lo más amargo, lo que no se endulza
ni con una sonrisa, es esa culpa
que te hace sentir vergüenza de estar vivo.
Reconstruirse implica una renuncia,
siempre se pierde algo en el naufragio,
por esto mismo sobrevivir
provoca tanto dolor como placer.
Olvidar
por un momento
quienes somos y
salir
de nuestro infierno
por la puerta grande
nos recuerda
que la soledad,
esa compañera de viaje,
también es pasajera.
Si el infierno son los otros
estamos condenados a arder.
Brindemos por ello
hasta ser una misma llama.