La cuna vacía

La distancia entre ambos lados del sofá
es como un precipicio de silencio, de rutina,
y cruzarlo implica ir cargado
con una mochila extra de hastío y derrota.
Los minutos se alargan como letanías,
las horas se funden como plomo en los hombros,
y los días, ay, los días,
son el metrónomo de una balada triste
a la que nadie puso palabras.
Las sonrisas languidecen con el frío
y los cuerpos desnudos tiritan deshojados
en una danza gris y mecánica sobre cemento sin fraguar.
En la esquina de la habitación
aún está montada la cuna vacía,
pero aunque los pájaros de sus pequeñas sabanitas
ya no vuelan,
su aleteo vibra en el alma como un cascabel.
Hemos hablado
de regalarla a alguien que la necesite,
pero aún es pronto, nos repetimos,
aún es pronto
para decir adiós.

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s