Tanta pasión como precipicio de la inteligencia,
tanto arrojo desmedido, tantas certezas
alimentando
el delirio y las hogueras.
Pero nos hace sentir tan vivos…
Que parece que volemos sobre los tejados y las verdades,
sobre la gente y sus sombras inquietas.
Sólo al fin comprendemos
en un golpe preciso y duro,
que para volar hay que tener alas, pero
para caer a plomo
sólo necesitamos
pensar que podemos ver en la oscuridad.