Te tengo, pero
estás tan lejos como el silencio,
como la luna,
como un secreto…
Sé que te tengo porque soy tuyo,
porque me lo dices:
con palabras, con tu cuerpo,
con alegría y dolor;
siempre que hablas y callas,
siempre que eres
tú.
Cada paso de este viaje nuestro
es un crisol de encuentros, una búsqueda de encuentros,
sobretodo cuando creemos
que no queremos volver a escucharnos,
porque no soportamos aquello que nos hace especiales o
-por qué no decirlo-
un poco insoportables…
Creo sinceramente
que en esos desvelos compartidos,
como si esnifaramos una línea de algo desconocido,
reside la razón del porqué no puedo estar sin ti.
Pienso que es algo simple, quizás,
como también pienso que
estos versos no sean merecedores
de un Ángel González o un Ernesto Cardenal,
pero al menos son auténticos
genuinos a este insomnio y este ahora.
Porque la vida, ¡ese policía corrupto!,
ha llenado nuestra rutina
de muerte,
de dolor,
de angustia,
y aún así
no sé bien cómo
de este incendio brutal,
de sus cenizas
juntos
somos capaces de huir de esta cárcel
-que sólo existe en nuestro pensamiento-
abriendo un grieta
donde se levantaban los muros.
Porque como una hoja que tiembla frente al vendaval
temblamos,
temblamos,
temblamos,
pero ningún viento que
sea ajeno a nuestro corazón
nos puede hacer caer.