Sólo me parezco a Bukowski
en la devoción al vino,
pero hasta que mi hígado declare lo contrario
seré un aficionado.
Sólo me parezco a Beckett
en ese sentimiento de espera absurda
que me parece la vida,
porque cuando todo llegue a su fin
no habré casi ni comenzado.
Sólo me parezco a Pessoa
en la certeza de que no hay nombre que me contenga
porque dentro de nosotros
-ya lo dijo Saramago-
existe algo que no tiene nombre
y es precisamente lo que somos.
Sólo me parezco a Lorca cuando
celebro la vida como si fuera a acabarse mañana,
porque la noche es oscura y en ella
conocemos a los monstruos
que fuimos durante el día.
Sólo me parezco a Baudelaire al pensar
que todas las flores pueden ser flores del mal
y cuando recuerdo al niño que fui
satisfecho con mis juguetes
frente a otro niño más sucio y con menos suerte,
mirándome con una rata en las manos.
Sólo me parezco a un poeta
cuando olvido a quien me parezco y
borracho, herido y oscuro
celebro la vida como un regalo;
porque cuando digo
que pudo ser mucho peor
me refiero a que pude
no haberte conocido jamás.