Los árboles ya no están,
pero el viento sigue todavía
peinando las calles con indiferencia.
Seguramente, no se de cuenta
de que ya casi nadie se estremece a su paso,
que solo se levantan a saludarle
la basura
y los papeles perdidos
de algún incívico poeta.
Sórdidas respuestas soplan
en estos tiempos bárbaros,
mientras pisamos el acelerador
-como Thelma y Louise-
directas hacia el precipicio.