Dijo Susan Sontag
que su biblioteca
era un archivo de anhelos;
como si la palabra escrita
reflejara con fuerza
la fuente inagotable de la existencia.
Tanto es así que
la vida, la verdad o el deseo
se tornan un poco más reales,
cuando los fijamos con palabras y frenamos
por un instante
el flujo constante de su movimiento.