Parece que nada importa demasiado
mientras seas productivo.
La gente entenderá que seas
una apisonadora o un colgado,
un cretino o un bobalicón,
siempre que generes riqueza.
Eso sí, si se te rompe el alma,
si persigues un sueño o
el insomnio abraza tus noches,
te dirán loco, te llamarán enfermo,
por no llamarte otras cosas.
La gente -a priori-
no comprende la fragilidad de los engranajes,
porque en el vientre de la máquina
no hay lugar para la disidencia.
Así que produce o muere,
muere produciendo,
entrégate sin fisuras
al devenir de la rueda,
hasta que un día,
ya de viejo, seas sustituido
por una pieza nueva.