Otra vez en este balcón,
buscando con la mirada algo que detenga
este viento y este ahora. Una luz
-por ejemplo-
o un pájaro invisible o una nube encarnada…
Algo que pueda llegar a ser
más real que el dolor,
más presente que esta herida
que llora como lloran los ríos:
sin detenerse, ni darse tregua.
Algo, cuya verdad desgarre el frío,
como el llanto de un niño al nacer.
Por eso me obstino en volar,
volar bien alto,
para aprender a mirarnos sin miedo.
Así iré a tu encuentro,
sin prisas, sin lamentos, sin excusas,
escogeré entonces las palabras
que sean necesarias
-ni una más-
para darte la bienvenida
otra vez en este balcón
donde renacimos.