Llueve
y me siento
desnudo
ante:
las calles
vacias,
sus árboles
quietos,
las palabras
goteando y
esa calma
bendita
de agosto.
Lo inesperado
nunca
trae paraguas consigo.
A lo sumo
una maldición o
un recuerdo
de otras tardes
donde la desnudez
se inundó de ti.