Me gustaría escribir que tras mi ventana se ve el mar,
que me viste cada mañana con aromas de oro y azul
y las gaviotas me arrullan cada noche con sus plácidas trayectorias.
Me gustaría contarte que un concierto de jilgueros atraviesa los cristales y
que los chopos y los abedules, los alcornoques y los robles
son nuestros vecinos por derecho de conquista.
Pero la aburrida y sobria realidad
muestra una geografía de áridos tejados y antenas de televisión;
claxones, sirenas y rugidos de motor dan cuerpo a la estampa
como gotas negras sobre un lienzo de Pollock.
Tras las cortinas se extiende la gris modernidad,
pero aquí dentro…
Aquí dentro estás tú, estoy yo y suena Cole Porter;
es de noche y hemos abierto una segunda botella de vino.
Estás hermosa, ¡joder! Mientras que yo
no sé si estoy borracho, pero me da igual,
quiero amarte como nunca nadie te ha amado,
buscando en la piel cada signo de un lenguaje que
sólo entendamos cuando no hagan falta más palabras que
mar, cielo, bosque
y Begin the beguine…