Mi existencia se disipa
niebla cansada que hunde mis párpados,
fluye como un río de gente, como viento entre las espigas de trigo dorado.
Demasiado pasado, demasiado futuro
para reconocerme entre la bruma.
Así vuelvo a la nada, me cobijo en el vacío y
tu cielo, entonces,
parece tan azul como mi propio cielo.
Su reflejo marino
me recuerda que hay dos cosas que no deben perturbarme:
el mañana y su aurora, el ayer
y su ceniza.