Seamos felices, amor,
aunque la vida canse
y el mundo duela. Seamos felices
por un interminable minuto
y escapemos de la cárcel del tiempo
de su absurdo
de su fatal augurio
de su melancolía.
Despojemos nuestra piel
de todo sedimento tóxico
que envenena la memoria y salgamos
(desnudos de nombres) a lucir nuestra alegría.
Haz volar tu falda como si fuera nueva,
yo haré lo propio con mi alas de ave marina.
Hoy, ser feliz, es un acto de rebeldía,
y cuando te veo así de triste
solo pienso en levantar trincheras
con cada nuevo poema. Seamos felices
y no pensemos en otra hoguera
que la inflame nuestro pecho. El mundo,
si quiere, puede arder en ella.
@raulvelascosanchez