vuela como una golondrina.
Su trayectoría invisible, su aleteo
desprevenido
marca en el azul del cielo
las sombras de su sendero,
el esbozo de su destino.
¿Cómo congelar su movimiento
sin pretender detener el tiempo,
ni talar de un disparo certero
su viaje hacia el infinito?
¿Cómo pretender que la palabra
vista de oro la jaula donde contemplar
aquello que tanto el cielo como el espejo
han demostrado que no puede ser contenido?
¡¿Qué derecho tengo
si la vida de cada hombre
vuela como una golondrina y mis alas
arden en la oscura hoguera del deseo?!