Más allá de mi pecho encogido,
casi congelado de nudos,
calla mi boca
y las palabras cristalizan en suspiro.
La vida pasa
como una ráfaga incensante de sucesos,
mientras en la trinchera de mi pecho
el silencio grita
colmado de terror. No quedan
ya días para esperar lo mejor del ser
así que me consuelo
soñando con un encantamiento de belleza inalcanzable, una ecuación que corrija las mareas o con un verso que contenga el más oscuro desasosiego;
fantasías de salón, puro y copa de cognac,
porque tras las palabras
se erige una certeza de mármol y sombra,
de incienso y mudo luto:
vivir es ser otro, nada más y nada menos,
es ser el cadáver de lo que soñamos ser.
Debe estar conectado para enviar un comentario.