Llega el mar, llega,
llega. Con su aliento incesante,
con su latido eterno. Llega, llega,
como llega la vida y la muerte,
marcando el paso del tiempo. Llega.
Llega su voz profunda contando
historias de horizontes inalcanzables, llega porque
conoce el peso de las nubes y la indiferencia del viento. Llega. Llega, mientras
intento completar su materia incomprensible
con palabras que abarquen lo infinito. Llega, llega y recuerda que
no hay margen que contenga la armonía de su ritmo,
ni la memoria de sus olas.