La silla vacía
ocupa un hueco que
nadie más podrá llenar.
Ni la música, ni la carne,
ni los vasos vencidos.
Este rebaño se ha quedado huérfano y
todas las ovejas negamos el presente,
porque sabe a pasto quemado
a lágrima inesperada y soledad.
Cuando lo incomprensible nos aborda
lloramos como llora la lava
ardiendo por dentro
ardiendo de ira, ardiendo de rabia, impotencia y frustración.
Por eso nos cuesta decir adios
porque la pena es tan grande
como el abismo que rechazamos
o el silencio de tus labios,
más dados a sonreír que a llorar.
Ya pueden venir lamentos,
carruseles de abrazos, procesiones de
plañideras anunciando esperanza…
Cuando el sol se ponga mañana
seguirán los mismos enigmas disfrazados de nubes,
las mismas preguntas en la oscuridad.
Sólo queda entre tanta bruma
encontrar un sentido al sinsentido,
una brújula negra entre la muchedumbre,
ese eco que te recuerde
la ruta que querías andar.