Bares. Recordando a Mario Benedetti.

72

Los bares son teatros
de telones etéreos, dónde puedes
beberte la vida
o huir de ella preso en el recuerdo.

Hay bares donde uno
se siente como en casa;
la liturgia del café con hielo o la caña
se hace tradición
como si pudiéramos condensar
en un instante
la ilusión por lo permanente.

Las escenas se suceden
entre rostros sombríos o alegres
y a veces,
sólo a veces,
es interesante imaginar que dicen,
sobre todo si ella mira sobre las gafas con ternura
y él sonríe, tímido, tendiendo puentes:

Quizás
en uno de esos momentos
la mirada de él
le diga a la de ella:

Amor, ya lo sabes, pero
puedes contar conmigo.
Con mi alma alegre,
mi corazón dedicado,
mi mente despierta
y mi ánimo honrado.
Puedes contar
con mi calma y mi consejo,
mi apoyo siempre
que lo necesites,
mi cariño fiel,
mi pasión diaria
y mi cortejo.
Puedes contar
con mis manos obreras
y mi boca vagabunda,
con mi mirada
que te anhela,
y con mi cuerpo que te busca.
Es así, mi amor,
tan simple y tan mundano,
que no hay música
en este mundo
que resuene tan intensa
como las palabras
que abren tus labios.
Y aunque eres mía
y no eres mía,
o precisamente por eso,
tengo que amarte, amor,
tengo que amarte,
porque eres la melodía de mis mañanas
y el ritmo incesante de mis versos.
Esa canción
que nunca,
nunca,
me canso de escuchar.

Los bares son escenarios que proyectan realidades
que no se ocultan tras el humo,
ni el ruido de fondo; experiencias
extrasecas y con hielo, en una sociedad líquida,
en la que nada permanece y
el amor se materializa
entre las colillas del cenicero.

Como aquellos dos
en la mesa del fondo. Quizás él
está diciendo lo que se dice en ocasiones
con amargura de cerveza:

Tú lo dijiste
este amor
es un amor de ceniza.
Nos ha consumido
hasta no reconocernos.
No sé si ha sido la rutina
o el orgullo,
si la tristeza
o la distancia de nuestros mundos.
Este amor
es un amor de ceniza
gris y polvorienta
que hemos aspirado
hasta convertirnos en humo.
Qué vacío absurdo
qué despropósito
cuando consumimos el amor
para estar aún más solos.
Es una verdad triste, una pena,
pensábamos que nos queríamos
pero en la única llama que ardía
quemamos nuestros sueños.
Un amor de ceniza
sólo eso
como un pasado
que nunca fue presente.
Un tiempo
que a pesar de todo
cuando sienta tu ausencia en mi cama
no podré evitar recordar.
Estate tranquila,
me conformaré
con encender otro cigarro
y ponerme una copa
para brindar a tu salud
por nuestra soledad.

Los bares son teatros
donde cae el telón al cierre,
cuando las mesas se deshabitan
queda la desolación de un cementerio
o la de una iglesia vacía.
Los últimos clientes,
borrachos y anónimos
apuran sus copas, como espectros.
Ustedes pueden irse
yo me quedo.

Pintura: Gonzalo Ilabaca