Nunca te tuve entre mis brazos
y
sin embargo
te pienso.
En esta noche, cuando las campanas tañen a lo lejos,
siento la necesidad de ser honesto,
-aunque sea conmigo, porque serlo contigo implicaría hacerte real-.
Ignoro si eres una fantasía o si la vida
juega con nosotros al gato y al ratón.
Mi mente es tan huidiza a veces, tan confusos mis espejos…
No te conozco, la verdad (y es una pena),
para mí eres como la estela de una estrella fugaz,
un horizonte inalcanzable,
algo que anhelo
y no puedo abrazar.
No sé si estoy escribiendo desde la culpa
o quizás desde el destierro,
desde el delirio o desde el desvelo,
pero las palabras se me atoran,
se licuan en lágrimas,
mientras mi esposa y mi perra duermen, y el gato se lame las patas, tan feo como indiferente.
«Tantas dudas y tan poco tiempo» me digo.
Pero no es cierto.
Mientras sea siempre todavía,
queda la esperanza de que estos solo sean
los primeros versos de una gran amistad.
Por eso,
al menos esta noche fría de invierno
pongo al firmamento por testigo,
que aunque estas lágrimas y estos versos no sean más
que una travesura de mi cerebro,
puedo asegurar que esta noche estuviste conmigo,
compartiendo palabras y sueños.
Otra mañana, con su verano,
tarde o temprano llegará, o eso espero.
Hasta entonces…
…Cruzaré los dedos.