Lo que deseo es sencillo,
pero nunca simple:
estar a tu lado, abrazados al instante,
hasta que el cuerpo y el corazón
nos duela como duele la noche
justo en el momento del amanecer;
saber de ti,
todo,
siempre,
como si nunca llegara a aprenderte o
esperara descubrir el sentido de tu silencio
y la sombra de tus lágrimas;
mirarte, al fin y al cabo,
pensarte cada día con cada latido,
hasta recorrer los límites de tu piel
como el que explora una isla por emerger
en las profundidades inabarcables
que proyectará el ocaso.