No es fácil.

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Puede parecer fácil gritar

hasta que estallan las luces de neón.

Gritar como grita el viento

o la ola o la ceniza,

cuando sangran los dedos

y todo se vuelve del revés.

Desnudarse

en plena Diagonal

como si detuvieras tu reloj

en medio de tanta urgencia;

cubrir tu cuerpo con escamas

tan claras, tan claras

que oscurecen

todo aquello que transparentan.

Perderse por los pasillos de tu propia casa

buscando aquello que expulsaste

del laberinto de tu alma

para no verlo nunca más.

Partir como un volcán en erupción:

relaciones y lenguajes, espejos y salidas,

como quien vomita sangre sobre el folio en blanco;

hasta que te miras sin verte

al filo del precipicio.

Pero no lo es.

No enloquece quien quiere

sino quien puede.