…Abrió los ojos. Eran las 4 de la madrugada. Una noche más el insomnio se materializaba en su rostro en forma de cansancio y fastidio. La visión de dos cucarachas frente al microondas lo habían despertado con un sobresalto. Pensó en Kafka, en las pesadillas que debió sufrir para escribir “La metamorfosis”. Sueños inmundos y castradores, como los que soñaría una bestia acorralada. En la oscuridad, recordó que no hay peor amenaza que la de nuestros propios miedos reprimidos y supo que ya no podría volver a dormir. Se levantó pesadamente y fue a beber un vaso de agua a la cocina. La mirada le volaba hasta el microondas, por si acaso todo aquello resultaba un deja vu. Ni rastro. Sólo un periodico abierto donde leyó las palabras de W.H. Auden: El valor de algo profano es su utilidad, el valor de algo sagrado es su existencia. Dejó el vaso en el fregadero y al girarse, vio a dos cucarachas frente al microondas. Abrió lo ojos. Eran las 4 de la madrugada…
silencio
No es…
No es nube, ni pájaro, ni reflejo,
ni torbellino, ni maleza, ni laberinto;
no es espejo, ni luna, ni retrato,
ni rayo, ni anagrama, ni farolillo;
no es duda, ni certeza, ni deseo,
ni tuit, ni muro, ni acertijo;
no es beso, ni cama, ni canción,
ni mesa, ni mar, ni delirio;
no es castillo, ni epístola, ni paredón,
ni perro, ni dama, ni amigo;
no es faro, ni risa, ni Woolf,
ni llanto, ni prisa, ni amorío;
no es soledad, ni sexo, ni compañía,
ni manta, ni recebo, ni hombría;
no es tinta, ni río, ni navegar,
ni bolla, ni sed, ni deriva;
no es miedo, ni fin, ni soledad,
ni consuelo, ni tristeza, ni alegría;
no es prosa, ni ensayo, ni poesía…
Es silencio…
Solamente silencio.
Sucede…
Y sucede que a veces
nos saluda la muerte con una sonrisa
como aquel que sabe el significado de lo inevitable
el trasfondo que habita en toda luz:
su oscuridad.
Sucede también
que como en un mal guión: llueve
y nos pensamos que el cielo está triste
¿Qué tendrá este cielo?
Las suspiros se escapan de su vientre infinito…
…Sucede que caminamos por las calles, convertidos en sombra,
en borrasca o en llama que arde de luto,
disparando con la mirada
ráfagas de preguntas, que rebotan en las paredes, en las gentes,
en nuestro silencio, hasta acertar precisa
con nuestro corazón ceniciento.
Sucede entonces que
nos convertimos en filósofos al contemplar
el paso irreductible del tiempo y
miramos a la muerte a los ojos
preguntándonos cuándo será nuestro turno.
(D)Escribir
Emborrono tu superficie
buscando (d)escribir en la niebla
un punto de luz.
Pero sólo encuentro traumas
abiertos en la piel del pasado,
y dudo y me pierdo
y trastabillo.
Mi cuerpo, caído
en la calle vacía,
devuelve tu silueta
a categorías ingrávidas.
Silencio.
Fríos amaneceres
sobre pardos tejados.
Preguntas sin respuesta
en la taza de cafe.
Silencio. Silencio. Silencio.
Y una mueca así de triste
en la superficie del espejo.
Silencio, silencio y miedo a la muerte
Cuando las nubes se visten de fantasma,
encadenan mi mirada con sus dudas.
Silencio, miedo y angustia.
Mientras la lluvia cae sobre las calles…
Tu reflejo se encarna
frágil sobre los charcos.
Pero sólo escuchas el estruendo infinito
del silencio.
Silencio.
Silencio.
Cenicienta
Esta mañana Cenicienta
llega tarde al baile y a la vida.
Blancas cortinas ocultan
su tristeza e inquietud.
Ya no pisa con entereza.
Perdió entre telas de araña
la melodía que silbaba su reflejo,
siempre o casi siempre
atento a estas sutilezas.
En los páramos de química
dónde se perdió hace ya mucho
ya no reconoce a su sombra,
ni al ave marina. Todo aquello
quedó atrás, encerrado en libros
olvidados
en algún estante de la memoria.
El cristal quebrado de sus zapatos
abre las cicatrices
como aliento desgastado o insectos
en plena revolución.
Una vez derrocadas las ilusiones
su imaginación se sostiene
precaria
como una funambulista sobre el cable
incierto//////////y vacío
del pensamiento.
Las grietas del silencio
Mirarte
es intuir que
más allá del abismo o la colera,
los océanos de silencio,
hay luz, calor, sueños,
esperanza.
Hablarte
y escucharte es descubrir
que no hay vértigo incierto
ni muralla insalvable
que no levante nuestro orgullo
ni ceda ante el empuje inefable del
cariño.
Tocarte
es sentir que tu piel
es un mapa en braille
hacia mi felicidad
un poema que escribo sin palabras
beso a beso
para que cuando me mires,
me hables, me escuches y me toques
puedas medir nuestro amor
en miradas, besos, caricias, palabras y
silencios…
Imagen destacada: Soledad Córdoba
El Túnel
Tras las rejas oxidadas: cristales
de espanto y un silencio mohoso
en las cortinas; manchas de sangre
en la pared, un charco sobre la alfombra inmóvil, donde dos cuerpos: sin historia,
nombres, rostro, ni futuro
se observan
con la mirada apagada y las manos buscándose en un final interrumpido.
En el televisor encendido anuncian,
con grandes palabras, la luz al final del túnel.
De silencios y abismos. Un reencuentro.

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