La casa grande y tranquila
como una luna hospitalaria
como una luna.
El televisor iluminaba la sala de estar,
mis padres aún dormían.
Temprano aprendí
a disfrutar de esa soledad acompañada,
de historias sencillas
donde los buenos era buenos por lo que hacían
y los malos…
Los malos eran interesantes por cómo hablaban.
Yo asistía fascinado
a esos relatos de infancia,
para mí eran reales
sólo porque alguien me los contaba.
A veces, cuando mis padres se despertaban, absorto
o abducido, no les daba ni los buenos días.
Pasados los años y varias reformas
la casa sigue siendo grande y tranquila
como una luna hospitalaria,
como una luna,
donde soñé que era astronauta y comprendí
que los mejores cuentos
nunca se olvidan.
@raulvelascosanchez