Calla la tumba de pura muerte
y callan nuestras bocas
por miedo a que talen su grito
antes del amanecer.
En esta tierra quemada
ardieron los libros y las canciones,
porque la palabra hecha cenizas
no puede mostrar su verdad.
Solo la amarga nostalgia de lo perdido,
la opresión en el pecho de su mazo implacable,
el hueco vacío de las paredes desnudas,
tan limpias como la conciencia de los ignorantes,
llenan las celdas y la memoria
como un silencio empalagoso y oscuro
que no admite respuesta,
que no admite respuesta.
Que no la admite.