Hay tanto dolor en mí que la muerte…
¡Esa madre!
Mueve los labios mientras recito este poema.
Una angustia fantasmagórica, lacerante,
que me parte el pecho en dos desiertos.
Uno
el de tu ausencia perenne.
El otro
el de mi espejo.
Hay tanto dolor en mí que la muerte…
¡Esa madre!
Mueve los labios mientras recito este poema.
Una angustia fantasmagórica, lacerante,
que me parte el pecho en dos desiertos.
Uno
el de tu ausencia perenne.
El otro
el de mi espejo.