Decía Cioran que el miedo
es la muerte de cualquier instante.
Como un rayo de hielo
detiene los relojes y congela las manos,
impone un velo de luto y tinieblas,
situándote en el centro de tu propio laberinto.
Hablo de una fuga y un tránsito constante,
como fugitivos perseguidos por su propia sombra
huimos hasta cerrar el círculo
de lo que nos ha llevado hasta allí.

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