Esta mañana de espejos negros,
de silencio y soledad,
sabe a hielo en la memoria,
a parálisis en el quicio de la puerta
y al lánguido rumor de la melancolía.
Las ramas desnudas
no florecen con el frío,
pero el gato hambriento
prefiere ignorar estas sutilezas.
Le miro, me mira
y pienso que
si fuera un replicante vería
que, a pesar de todo,
sigue habiendo mucha lluvia
en el corazón de esta flor tardía.
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