
Ahora lo sé
el amanecer ha abierto mis ojos
partiendo mi alma a cada lado de tu soledad.
No hay presente sin poesía, no hay presente.
No hay ciudades, ni castillos de arena,
no hay ríos helados, ni lluvia satisfecha,
no hay prados generosos, ni espejos amables,
no los hay, ni los habrá, si no palpita el corazón
cada verso inacabado, cada caricia, cada mirada,
cada parpadeo que te enmarca frente a mi.
Oh, tú, que atraviesas los limites de la piel del universo,
alimentando la voz eterna de las caracolas, tú,
eres el núcleo del diamante, la geometría perfecta,
la vendimia del deseo. Tú, meteórito solitario,
conservas en tu interior la memoria de las piedras,
la música del cosmos, las sandalias que llevaron a Dante
a cruzar el infierno, el aroma fresco del tabaco que aspiraba Whitman y
el hada verde que iluminó a Rimbaud. Tú, no puedes morir,
sin exterminar al hombre como guadaña certera,
sin arrasar las ciudades y derruir las montañas,
hasta que el amor se extinga y no quede ni el recuerdo de tu silueta agradecida.
Tú, no puedes morir, cuando más se te necesita,
cuando el mundo parece un agujero negro
sin horizonte de posibilidades.
Pero ahora lo sé, lo he visto en los pájaros, me lo ha dicho la lluvia,
no puedes morir, ni morirás, mientras en un rincón del mundo
sobreviva la esperanza y alguien pinte en una pared que:
estamos a nada de serlo todo.
Aunque al final de todo, no seamos nada.
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