Del amor y la amistad.

Hace años que aprendí
que si hay algo incontrolable:
es el amor.
Las sonrisas, las miradas auténticas,
no entienden de color, género o clase social;
tampoco es de mi incumbencia juzgar
los deseos de la gente, por mí
como si se quieren enamorar de un árbol
o una estrella fugaz.
Ni siquiera estoy de acuerdo con Girondo
a mí me importa un bledo
que no sepan volar.
A los únicos que no soporto
(bajo ningún concepto)
es a los hipócritas y a los cretinos.
Si eres capaz de vender tu corazón
o engañar hasta a tu alma
no cuentes conmigo,
la vida es demasiado corta
y el amor demasiado valioso
para celebrarlos con cianuro.


Los amigos vienen y van
siguen sus vidas,
sus caminos,
a veces incluso tienen hijos
y se les cae el pelo
y se les arruga el alma
Pero pase el tiempo que pase
se les reconoce
porque tras un minuto con ellos sabes
que cuando se habla de quedar
para tomar una caña o un café
la respuesta no es la evasiva «ya quedaremos»
sino un claro «tenemos que ponernos día».


Las remoras son personas
que se acoplan a otro más fuerte
porque solos no sabrían
ni freírse un huevo. No son parásitos
propiamente dichos,
aunque tampoco creen en la codependecia;
son seres solitarios y egoístas,
carroñeros de energía,
que disfrazan su ambición y victimismo
con frases vacías y otras
de lastimera cobardía.

4 comentarios en “Del amor y la amistad.

      • Si no hay reciprocidad lo que llamamos amor se parece más a la idealización, a la fantasía o incluso al delirio. El amor como tal se construye poco a poco, por eso es importante distinguirlo del deseo o de la afecto. Los poemas como dices sirven a veces para saber esa herida o reabrirla, Karmelo Irribaren dice que si no vas con cuidado un día una mala canción de amor acaba contándote tu vida. Pero a lo que iba es que la poesía puede ser solo ese fingimiento del que nos servimos los poetas para contar la verdad.

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